lunes, 21 de enero de 2013

RELATO FINAL


DREAMTIME

Capítulo 1

 

            Estoy en el bosque. Miro a mi alrededor y lo único que puedo ver son los arboles oscuros y altos que me rodean. Sus ramas se unen a lo alto y no dejan que la luz del sol toque la tierra. El viento remueve las hojas secas levantándolas de la tierra y las hace volar hacia mí. Se escucha un estruendo sordo detrás de mí y el sonido recorre todo mi cuerpo. Me echo a correr sin saber a dónde. El viento se hace más fuerte. Intento correr más rápido, pero me cuesta respirar. Consigo ver una luz floja a lo lejos y concentro todas mis fuerzas en el intento de llegar a ella. El tiempo pasa exageradamente lento. El camino parece ser eterno. No importa el tiempo ni la distancia que he recorrido, llegar hasta la luz parece imposible. El viento me persigue. Cierro los ojos y aumento la velocidad deseando que esto acabe pronto. Una fuerza invisible me hace parar bruscamente. Al abrir los ojos veo que he llegado a una frontera a partir de la cual empieza la luz, una luz deslumbrante. Parpadeo intentando fijar la mirada hacia delante. Unos segundos después consigo ver  un prado enorme, de un color verde intenso, envuelto en flores rojas, que crean un contraste sensacional. Hago unos pasos para adentrarme en el prado y alejarme del bosque oscuro, y siento un viento suave, agradable, nada que ver con el viento violento que me siguió hasta aquí. Empieza a jugar con los mechones de mi pelo largo, acariciándome. Se escucha el canto hechizante de los pájaros que crea una harmonía tan bella, como la banda sonora del baile de patinadores artísticos. Levanto la cabeza hacia el cielo que es de un azul claro y tranquilizador. Cierro los ojos, estiro los brazos a los lados y me giro. En este momento me siento tan feliz y libre que no puedo evitar sonreír. Miro otra vez hacia delante registrando por primera vez una casita de madera que me llama mucho la atención, no solo porque apareció de la nada, pero también porque algo en ella me atrae mucho. Decido acercarme, aunque por dentro sé que no es muy buena idea. Antes de que pueda cambiar de opinión me encamino hacia la casita. De cerca parece muy antigua y desmoronada. Al lado de la puerta hay una cajita de madera en la cual el único objeto resulta ser una llave oxidada. Cojo la llave y la meto en la cerradura. La puerta se abre sin que la toque. Hago un paso hacia delante y de repente me encuentro en la mitad de una habitación totalmente oscura, sin ventanas ni puertas. Siento cómo el aire se hace más denso y me cuesta respirar. La oscuridad me envuelve en su manta. Algo me empuja muy fuerte y me derrumbo al suelo. Siento las lágrimas que caen por mis mejillas. Quiero salir de aquí. Me esfuerzo en fijar la mirada y encontrar una salida, pero mis intentos son en vano. Me siento débil, no me puedo levantar. ¡No! No me puedo quedar aquí. ¡Tengo que salir! No puedo dejar mi madre sola. ¡Ella me necesita! ¡Tengo que salir de aquí! Abro los ojos y una luz brillante cae sobre mí. Escucho una voz grave y baja que me dice:

            – ¿No sabes quién eres, verdad?

Abro los ojos de golpe levantándome en la cama a la vez. Mi respiración está agitada y gotas de sudor caen por mi frente. Miro el reloj – las seis y media de la mañana.

            – Melinda, ¡despierta! ¡Vas a perder el avión! – la voz de mi madre se escucha por detrás de la puerta.

            – ¡Ya voy! – le contesto casi en un murmuro, porque todavía estoy temblando a consecuencia del sueño.

Me levanto de la cama y me encamino hacia la ventana, como hago todas las mañanas. Mi cabeza da vueltas a lo que escuché justo antes de despertarme. Esta voz era de un hombre. ¿Quién soy? La pregunta no me deja en paz. Yo sé quién soy, ¿no? ¿Cómo no voy a saber quién soy? O a lo mejor no lo sé. Miro por la ventana y veo un cielo gris que está oscureciendo. Los árboles se inclinan por la fuerza del viento. Abro la ventana, porque necesito un poco de aire fresco. Pero en vez de eso, el aire que entra en mi habitación es caliente y sofocante. Doy un paso atrás instintivamente intentando recuperar la respiración. Al mismo tiempo se escucha un trueno ensordecer y el sonido atraviesa mi cuerpo, permitiéndome sentir cada vibración. ¿Se acerca una tormenta? No sería algo tan sorprendente, ya que los mozones son típicos para el clima subecuatorial del norte de Australia, especialmente para las ciudades costeras como Darwin, donde vivo yo. Observo en silencio el cielo que poco a poco pasa a ser casi negro. Me giro solo por un segundo para recoger mi cámara de la mesa, con la intención de grabar este fenómeno tan curioso, y al volver a girarme hacia la ventana el cielo ya es azul clarito cubierto con nubes blancas y mullidas. Parpadeo en sorpresa sin comprender lo que acaba de pasar. Miro la cámara que tengo en mis manos y otra vez al cielo. No cambia. Dejo la cámara y me encamino hacia la ducha. Creo que todavía sigo afectada por el sueño y mi imaginación me está engañando. Quiero liberarme de la tensión que siento y me decido por una ducha caliente.

Me deshago de la poca ropa que llevo mientras me dirijo hacia el baño. El agua me relaja y me ayuda a volver a la realidad, aunque eso hace que la ansiedad, que sentía a noche antes de acostarme, vuelva con más fuerza que antes. Hoy es mi último día aquí. En unas horas tendré que coger el avión y desplazarme hasta la otra punta del país. Estaré absolutamente sola en una nueva ciudad. En dos semanas empezaré mi primer año en la Universidad de Sídney. Tengo miedo, pero no lo puedo mostrar delante de mi madre, porque todo el esfuerzo que me costó convencerla que me deje matricularme en esta universidad, sería en vano. Tampoco me gusta la idea de dejarla sola, pero en Sídney tienen el mejor grado en Arte y Lenguas. Me costó mucho decidirme, pero eso es lo que quiero estudiar, aunque eso signifique que me tengo que alejar de casa. No puedo echarme para atrás ahora.

Al salir de la ducha me paro frente el espejo. Me seco el pelo con una toalla y lo dejo caer por mi espalda. Me llega hasta por debajo de la cintura. Su color castaño oscuro parece casi negro en la luz fluorescente del baño. Mis ojos ocres tienen matices verdes, pero ahora parecen de color marrón oscuro. Estoy más pálida de lo normal. No me gusta la imagen que tengo en el espejo. Si ignoro el hecho de que soy yo la chica del reflejo, diría que esa chica está preocupada e incluso asustada. Pero ya que todavía no me he vuelto loca, sacudo la cabeza y vuelvo a la habitación en busca de la ropa que me había preparado para el vuelo. Me pongo los vaqueros de color azul oscuro, porque son los más entallados que tengo. He perdido peso en los últimos días y muchos de mis pantalones me quedan un poco grandes. Mi camiseta roja de tirantes y las manoletinas negras y estoy lista. Reviso por última vez mi maleta y las cajas que mi madre me mandará en unos días y me encamino hacia la cocina. Huele a tortitas con mermelada, mi desayuno favorito. Cuando entro, mi madre está leyendo el periódico y bebiendo distraídamente de su café.

            – ¡Buenos días mamá! – intento hacer que mi voz suene emocionada a pesar de los nervios que siento.

            – ¡Buenos días cariño! ¿Dormiste bien? – mi madre sonríe tiernamente intentando a su vez esconder su preocupación por mi viaje.

            – Sí… – mi voz suena un poco más alta de lo que quería – Bien. ¿Algo nuevo por el mundo? – pregunto con la intención de cambiar de tema y señalo con la cabeza hacia el periódico.

            – Nada interesante. – mi táctica funciona y mi madre empieza a contarme las últimas noticias.

La escucho mientras me como las tortitas. ¡Qué ricas! Las voy a echar de menos. Me pregunto por qué no aprendí a hacerlas cuando me lo propuso mi madre. Tendré que acostumbrarme a desayunar cereales. Se me hace un nudo en el estómago al recordar que en unas horas estaré en el aeropuerto. Mi madre sigue hablando de política y yo asiento con la cabeza de vez en cuando para que parezca que la estoy escuchando. Antes de ir al aeropuerto he quedado con Lisa, mi mejor amiga. No quiero despedirme de ella. Esto va a ser más difícil de lo que pensaba.

De repente, algo que mi madre dice me llama mucho la atención. Está hablando de una tormenta que hubo a noche en el sur de África.

– “La tormenta se pasó tan rápido como apareció. Algunos testigos aseguran que el cielo se convirtió de un gris claro a un negro que parecía intentar consumir la ciudad. En un tiempo récord el cielo volvió a su normal color azul y el viento paró.” – Mi madre deja de leer y aparta el periódico a un lado – Este no es el primer caso de una tormenta así. – su voz suena intrigada y mi mente vuelve a repasar los hechos de esta mañana.

¿Lo habrá visto mi madre también? Entonces no ha sido mi imaginación. Pero cuando mi madre sigue vuelvo a dudar.

– Leí algo parecido la semana pasada. Había pasado en el este de Europa.

– Me pareció escuchar viento cuando me desperté. – lo digo con un tono casual, quiero saber si lo que vi esta mañana fue fruto de mi imaginación o no.

– No, lo hubiera notado mientras tendía la ropa. ¡Qué curioso! – sacude la cabeza y vuelve a centrarse en el periódico.

Entonces me lo he imaginado. Tiene que haber sido mi imaginación. Aunque eso no es la primera cosa inexplicable que me ha pasado en el último año. La lista es muy larga. Empezando por mi sorprendente habilidad de acercarme a los pájaros salvajes sin asustarles e incluso en algunas ocasiones tocarles, hasta esta vez cuando vi cómo una flor se recuperó, después de que alguien la había pisado, solo porque la acaricié. Por supuesto nadie me creyó y yo no volví a mencionarlo nunca más.

Ya son las siete de la mañana. He quedado con Lisa a las siete y media. Termino rápido mi desayuno y empiezo a recoger los platos.

            – Voy a bajar la maleta y dejar todo listo – le digo a mi madre mientras lavo los platos – Puedes pasar a recogerme a las ocho, así tendremos tiempo para llegar al aeropuerto sin prisas.

Quiero ir andando hasta el instituto, donde hemos quedado con Lisa, porque quiero despedirme de la ciudad. Además, necesito un poco de tiempo para pensar. No va a ser fácil vivir lejos de mi madre, lejos de mi amiga, lejos de casa, y absolutamente sola, sin conocer a nadie.

Subo en mi habitación y le echo un último vistazo. Las paredes son blancas, excepto por encima de la cama, donde hay posters de mis grupos favoritos. La cama está cubierta con el edredón rojo y en la mesita de luz hay una lámpara en forma de tortuga. Las estanterías están medio vacías. Mis cosas están en las cajas colocadas al lado de la puerta. El armario está completamente vacío, igual que el escritorio, donde normalmente estaba mi portátil rodeado de libros. Respiro hondo, me pongo la chaqueta, recojo mi bolso y la maleta y salgo de la habitación. Bajo las escaleras y dejo la maleta al lado de la puerta. Entro en el salón para llamar a mi madre.

            – Ya estoy lista. ¿Dejamos la maleta en el coche?

Mi madre sonríe, pero la sonrisa no llega a sus ojos. Sé que en el aeropuerto se va a echar a llorar. Saca las llaves del coche de su bolso y salimos fuera. Deposito la maleta en el asiento de atrás. Me despido brevemente de mi madre, ya que nos vamos a ver otra vez antes de irme, y me dirijo hacía ya mi antiguo instituto.

Las calles no han cambiado en los últimos años. Me pregunto si cambiarán cuando me vaya. Nada va a ser lo mismo. El edificio del Instituto Darwin se encuentra justo al lado del mar. El olor a agua salada me llena y me tranquiliza. Voy a echar de menos los paseos por la playa en los recreos. Lisa me está esperando sentada en nuestro banco. En cuanto me ve, se levanta de golpe y se encamina hacia mí. Nos abrazamos y Lisa empieza a llorar.

            – No, Lis… No llores. ¡Nada de llorar! Que me vaya ahora no significa que no nos vamos a ver otra vez.

            – Lo sé. Mel, lo siento. – dice Lisa secándose las lágrimas.

            – No lo sientas. Es que sabes que me voy a poner a llorar yo también si sigues así. Vamos a dar un paseo por la playa.

Lisa sonríe y nos encaminamos hacia la playa. Hace muy buen tiempo, perfecto para pasarse todo el día en la playa. A lo lejos se ven los primeros grupos de gente que tienen pensado pasar un día tranquilo con sus familias y amigos al lado del mar.

            – Cuantos recuerdos tengo de esta playa... – empieza Lisa con un tono melancólico.

            – Yo también. – le digo en un tono más alegre – ¿Te acuerdas de la vez, cuando construimos un castillo de arena y los chicos lo destruyeron?

            – ¡Sí! – sus ojos brillan con el recuerdo – Nos vengamos de ellos escondiéndoles el balón de voleibol. Se pasaron todo el día buscándolo. – su risa es infecciosa.

            – Pobre Juan, – digo entre risas – estaba muy preocupado por la reacción de sus padres si les decía que había perdido el balón.

            – Al final me apiadé de él y se lo devolví – dice Lisa con evidente afección en la voz.

Juan es su novio, aunque no lo hayan dicho oficialmente. Sus padres son españoles, pero él nació aquí. Habla un español perfecto, que vuelve locas a todas las chicas. Lisa le admiraba de lejos, porque no se atrevía a hablar con él. Pero un día, después de una fiesta de cumpleaños de una compañera del instituto, los dos empezaron a hablar y encontraron que tenían muchas cosas en común.

            – Te gustaba incluso entonces – le digo con una sonrisita malvada.

            – ¡Deja de meterte conmigo! – dice ella intentando sonar ofendida, pero su voz falla al final de la frase – Bueno, vale. Lo admito. ¿Contenta?

            – ¿Cómo van las cosas con él? – la pregunto, efectivamente contenta de que lo haya admitido por fin.

            – Todo va bien. Él es muy atento – suelta una risita tonta, que me indica que está feliz y eso me hace feliz a mí también.

Paseamos durante unos minutos más, recordando nuestra infancia y adolescencia. Ya son las ocho menos diez. Lisa tiene que irse antes, porque ha quedado con Juan. Nos despedimos con un abrazo fuerte y ella se va. Quedan unos cinco minutos hasta que llegue mi madre. Decido quedarme un poco más en la playa.

Mi último día en Darwin. El mar hoy está muy tranquilo. A penas se ve alguna que otra ola. Me descalzo y me acerco al agua. Me siento sobre la arena mojada y me apoyo para atrás con los codos. Los rayos del sol se reflejan en el agua y crean una imagen parecida a múltiples estrellas brillando en la franja con el cielo. Miro hacia arriba y veo solo una nube, pequeña, moviéndose lentamente hacía el sol. Siento cómo una ola cubre mis pies y llega hasta el borde de mis vaqueros. Siento la ligera brisa que juguetea con mi larga melena. Voy a echar de menos esas sensaciones, esa tranquilidad. Cierro los ojos y me concentro. Escucho cómo las alas de un ave se mueven contra el aire. Puedo apreciar el sonido del agua acariciando la costa. Cojo una palmada de arena y la dejo caer entre mis dedos. Esa es mi tierra, el lugar donde crecí. Ahora tengo que abandonarla. Tengo que empezar una nueva vida, en un lugar nuevo, con gente nueva. Ya son las ocho. Me levanto, inhalo profundamente el aroma del agua salado y me giro preparada para un nuevo comienzo.

Mi madre me está esperando en el coche. Subo y por el camino le cuento de qué hablamos con Lisa. Demasiado pronto ya estamos en el aeropuerto. Facturo mi equipaje y me toca despedirme de mi madre. Sus ojos ya están llenos de lágrimas.

            – Prométeme que me vas a llamar en cuanto aterrices – su voz es muy baja, intentando aguantar las lágrimas.

            – Sí mama, te lo prometo – la abrazo fuerte. Oh mamá. La voy a echar tanto de menos, pero tengo que ser fuerte delante de ella – Todo va a estar bien, no te preocupes por mí – sonrío tranquilizadoramente.

            – Lo sé cariño. Pero una madre siempre se preocupa por sus hijos – me devuelve la sonrisa acariciándome la mejilla – Cuídate, y cualquier cosa, me llamas. ¿Vale?

Asiento con la cabeza y la abrazo otra vez. Me giro y me encamino hacia la puerta de embarque. Cuando llego allí, ya no puedo aguantar y dejo que las lágrimas caigan por mis mejillas. Me espera un vuelo largo.

Al subir en el avión decido sacar mi cuaderno y escribir mi sueño. No había pensado en él en toda la mañana. Era el mismo que todas las noches anteriores del último mes, pero esta vez el final era distinto. Cada noche el sueño se hace más largo y añade una pieza más al puzle. Es el sueño más intenso que he tenido, y eso que recuerdo todos mis sueños desde que tenía cinco años. Desde entonces los escribo en cuadernos y ya tengo unas tres cajas llenas de ellos. Llevo conmigo solo los últimos diez, los demás llegaran con el resto de mis cosas cuando me haya instalado en mi nueva casa.

Esta casita de madera, la oscuridad y la voz no me dejan en paz. ¿Qué significa todo esto? Nunca hasta ahora no me habían hablado en un sueño. Sí, he escuchado conversaciones, pero nunca se habían dirigido a mí. “¿No sabes quién eres, verdad?” La pregunta sigue sonando en mi cabeza. Escribo el sueño detalladamente. Cuando llegue y tenga tiempo para descansar, voy a comparar los últimos dos sueños y buscare algo que me ayude a comprenderlos.

Después de casi cinco horas de vuelo, aterrizamos en Sídney. Llamo a mi madre y escribo un mensaje a Lisa. Después recojo mi maleta y salgo en busca de un taxi. Con la diferencia horaria, ya son las tres y veinte de la tarde. Hace buen tiempo, el sol es igual de caliente que el sol en Darwin. La única diferencia es el viento. Aquí es más fuerte. O por lo menos eso me parece. Consigo un taxi y le doy la dirección al conductor. Voy a vivir en las afueras de la ciudad, a unos trece kilómetros en dirección norte. El camino hacia Foresville, el barrio donde se encuentra mi nueva casa, pasa por el centro de Sídney. Tendré que investigar cómo funciona el transporte público, porque no tengo coche, ni pienso tenerlo. Debería haber alquilado una habitación en el centro, pero mi madre dijo que sería un gasto innecesario, ya que tenemos una casa relativamente cerca. La casa pertenecía a la familia de mi madre y como ahora ella es el único miembro vivo de la familia, aparte de mí, pasa a ser nuestra. Nadie ha vivido allí desde hace veinte años. El mes pasado mi madre mandó gente para que renueven un poco la casa. Espero que por lo menos tenga luz y agua caliente, como nos aseguraron los obreros.

Después de media hora el taxi aparca enfrente de la casa. Es grande, tiene dos pisos y jardín. El conductor me ayuda con la maleta, luego sube otra vez al coche y se marcha. No puedo creer que esta vaya a ser mi casa en los próximos cuatro años. Es demasiado grande para una sola persona. La fachada es de color marrón rojizo. Está rodeada por una valla blanca. Abro la puerta, atravieso el jardín y subo las escaleras hasta el porche. Hay una mesa de madera con dos sillas a la derecha y un banco a la izquierda. Por encima de la mesa hay una ventana que supongo que será del salón. Saco las llaves que me dio mi madre y abro la puerta. Me encuentro con un pasillo pequeño que termina con una puerta de madera con cristal. A mi izquierda hay un armario empotrado, donde se pueden guardar los abrigos y los zapatos. A mi derecha hay un espejo de cuerpo entero que más que seguro me asustará en numerosas ocasiones. Detrás de la puerta con cristal, lo primero que se ve son las escaleras para el piso de arriba. A la izquierda está la cocina y a la derecha el salón, como supuse. Decido subir para ver mi nueva habitación. Al llegar arriba me encuentro con un pasillo largo al final del cual está el balcón. Hay dos puertas a la derecha y dos a la izquierda. Decido abrirlas una por una. La primera a la derecha es el baño, que tiene ducha y bañera y está en buenas condiciones. La puerta de enfrente es un estudio con muchas estanterías y un escritorio. La habitación al lado del estudio está completamente vacía. La última es la mía. Tiene una cama de matrimonio, un armario grande, suficientes estanterías para mis libros y un escritorio. La ventana es grande y tiene asiento, algo que he querido tener siempre. La casa es perfecta. Tengo que decidir qué voy a hacer con la habitación vacía, pero tengo tiempo para eso. Dejo la maleta al lado de la cama y me dejo caer en ella. Es muy cómoda y por primera vez siento el cansancio del viaje. Decido quedarme unos minutos así antes de deshacer la maleta.

Me despierto bruscamente y miro a mi alrededor. La habitación está vacía, hay solo una maleta al lado de la cama. Ah, sí. Estoy en Sídney. Esa es mi nueva casa. Miro el reloj, ya son las cinco de la tarde, he dormido casi una hora. Me levanto rápidamente y empiezo a colocar mis cosas. Cuando termino con la ropa y los pocos libros que pude llevar conmigo, me queda solo sacar el portátil y comprobar si han instalado el internet como prometieron. El ruter funciona sin problema y en menos de cinco minutos estoy conectada. Perfecto. Ahora me falta ducharme y salir de compras, porque no hay nada de comida en la casa. Me ducho y me visto en diez minutos y bajo para ver en qué condiciones está la cocina. En realidad no está nada mal. Han cambiado los electrodomésticos y se nota que toda la casa está recién pintada. Como pensaba, el frigorífico está completamente vacío. Me siento en una de las cuatro sillas alrededor de la barra de desayuno. No sé cómo voy a vivir sola. Es verdad que ha habido ocasiones en los cuales mi madre ha tenido que irse de viaje y dejarme sola en casa, pero ahora es distinto. Respiro profundamente y me obligo a hacer una lista de las cosas que necesito comprar. Luego paso por el salón y veo que tengo la tele instalada y el sofá es nuevo. Enfrente del sofá hay una mesita con dos taburetes a los lados. A la izquierda hay también una mesa de comedor con cuatro sillas. La casa me gusta, pero sigo pensando que es demasiado grande para mi sola.

Recojo mi bolso y me encamino hacia la puerta. Antes de salir compruebo mi atuendo en el espejo de cuerpo entero. Pantalón rojo, camiseta negra y las manoletinas negras. Mi pelo rizado cae libremente alrededor de mi cuerpo. Estoy lista para explorar mi nueva ciudad. Al salir de la casa, echo un vistazo a las casas de los vecinos. La casa de enfrente es la más grande de toda la calle. Es blanca, tiene tres pisos y piscina. El garaje es enorme, seguro que tienen más de un coche. Mientras examino la casa veo que la puerta se abre y sale un chico alto, con el pelo negro y vestido todo de negro. La camiseta marca su cuerpo y puedo apreciar sus músculos. Se nota que se cuida bien. Cuando baja las escaleras, levanta la mirada, se para de golpe y me mira fijamente. Siento cómo todo mi cuerpo se tensa y tengo el impulso de echarme a correr sin mirar atrás. Pero no me puedo mover ni un pelo. Sus ojos tienen un color azul tan oscuro e intenso que se puede apreciar a pesar de la distancia que nos separa. Él tampoco se mueve y los segundos pasan tan lenta y angustiosamente, que lo único que quiero es irme cuanto antes. Después de unos segundos, minutos, horas, no sé cuánto tiempo pasa, después de unos momentos eternos, consigo apartar la mirada y ponerme en marcha. No miro hacia atrás, solo ando lo más rápido posible sin saber a dónde. No sé por qué, pero este chico consiguió asustarme, y mucho. Tengo la sensación de que alguien me sigue e inmediatamente sé que es él. ¿Qué quiere conmigo? Ni siquiera me conoce. Algo en sus ojos me decía “peligro”. Sigo andando intentando recordar el camino, porque no me quiero perder en mi primer día aquí. Giro a la derecha, luego a la izquierda, luego otra vez a la derecha. Quiero alejarme de él. El problema es que vive enfrente de mi casa. ¿Cómo voy a evitar verle? Es imposible. Me paro y decido comprobar si me sigue. No hay nadie. Exhalo ruidosamente con alivio. A lo mejor solo me imagino cosas. Sigo andando ya relativamente relajada. Unos segundos más tarde escucho el ruido de un coche. Cuando pasa a mi lado me giro y me encuentro de nuevo con esos ojos azules. Mi corazón se dispara y siento un temblor por todo mi cuerpo. Su cara no expresa nada, pero algo en sus ojos hace que mi sangre empiece a fluir a toda velocidad. El coche sigue su camino y doy las gracias a Dios, que no paró. ¿Quién es él? ¿Y por qué me hace sentir así?

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Mi destino...

Uluru

 
Formación rocosa en el centro de Australia.

Amanecer

 
Los primeros rayos del sol son débiles y no hacen daño a la vista, así que serás capaz de ver lo que se oculta en este mundo, si sabes cómo mirar.

martes, 18 de diciembre de 2012

Pie Forzado


Entré en el oscuro y vacío pasillo y mis emociones lo iluminaron. Estaba nerviosa, feliz, preocupada, emocionada e incluso ansiosa, todo a la vez. No quería que este momento acabase nunca. Pasé al lado de los vestuarios y miré hacia dentro. Me acordé de mi infancia y cómo solía correr impaciente mientras esperaba mi turno para salir en la pista de patinaje. Podía sentir el aire fresco. Solo dos pasos más. Me paré frente la puerta. Hacía mucho tiempo desde la última vez que pisé una pista de patinaje y era la primera vez que lo iba a hacer delante de un chico, y no un chico cualquiera. Estaba muy nerviosa y en mi mente podía ver solo una imagen – cómo me caía y él empezaba a reírse. Inhalé profundamente, sacudí la cabeza y entré en la sala. Él ya estaba en la pista moviéndose en círculos. Me reí un poco más fuerte de lo que quería y él se paró y me miró con una sonrisa que me pareció mostrar alivio. Bajé las escaleras y me puse los patines, pero me quedé al borde del hielo sin pisarlo.

– ¡Quiero que me enseñes a patinar! – su voz sonaba excitada y su sonrisa no me ayudaba a comprender si estaba bromeando.

– No creo que pueda enseñarte. Hace bastante tiempo que no he entrenado. Puede que me caiga y seguro que te reirás de mí.

– No me voy a reír de ti, porque no te vas a caer. No te preocupes. Sé que puedes. ¡Ven aquí, por favor! Por favor…

Su voz sonó tan dulce que cometí el error de mirarle a los ojos, esos ojos tan intensamente azules. No pude resistirme y unos segundos más tarde ya estaba calentando haciendo piruetas fáciles. Él me seguía con la mirada observando cada uno de mis movimientos.

De repente sonó música. La melodía era lenta y bonita. Me recordó a una canción que había utilizado hace tiempo para una de mis coreografías. Las figuras empezaron a salir solas y sin pensarlo me encontré haciendo piruetas y saltos que normalmente practico durante días antes de hacerlos. Cuando la canción terminó, vi que él estaba en las escaleras con los ojos como platos.

No estaba segura si su reacción se debía a que lo había hecho bien o al contrario. Era imposible intentar adivinar qué era lo que ocultaba en su mirada. Eso me irritó mucho. Sus pensamientos eran un enigma, que quería descifrar a toda costa. En los últimos dos meses, lo único que conseguí era que pasáramos de los simples << ¡Hola! ¿Qué tal? >> a unas conversaciones más largas y significativas. Pero aun así, no podía llegar a comprenderle. Me encaminé hacía él y para evitar cruzarme con sus ojos, miré a mi derecha. En uno de los anuncios que rodeaban la pista de patinaje, detrás de una chica, cuya cara estaba oculta por una sombra, en unos brillantes rayos de luz vi las palabras << A través del sufrimiento se alcanza el conocimiento. >> No sabía qué mensaje intentaba transmitir este anuncio, pero para mí estaba claro que tendría que armarme con mucha paciencia, porque no iba a obtener pronto el acceso a la resolución del misterio.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Segundo Taller de Autor



El pasado miércoles 31 de octubre nos visitó la gran poeta Juana Castro acompañada de Noni Benegas quien introducía los temas de una forma dialogada. Juana Castro nació en Villanueva de Córdoba (comarca de Los Pedroches) y creció en un entorno rural que inspiró su poesía. Empezó su presentación describiendo seis imágenes que resumían su biografía. En esas imágenes se observan los momentos claves de su vida que la marcan y la hacen la persona que es hoy. El hecho de que sus padres deciden mandarla a estudiar en un colegio de monjas, su vida en el campo, su boda involuntaria en la cual aparece con un vestido de color azul celeste en vez del blanco tradicional, su encuentro con la revista Vindicación Feminista que determina su inicio en la poesía, todo esto y las noches que dedica a escribir mientras que su familia está durmiendo son los factores principales que dan forma a su obra.
 
La poeta no solo nos leyó algunos de sus poemas, sino que también recitó varios de ellos, lo que a mí personalmente me conmovió, porque me sentí más cerca de su poesía. Aparte de leer y recitar sus poemas, ella los acompañaba con una explicación del por qué los ha escrito, cuál era su fuente de inspiración y también nos aportaba una definición de las palabras provenientes del pueblo en el que creció. Eso me ayudó mucho a la hora de comprender el mensaje que transmitían sus poemas.

Un momento muy emocionante fue cuando nos leyó el poema dedicado a su niño de siete años que muere a causa de la leucemia. Pude sentir su dolor. Como afirmó ella, lo importante es saber cómo convertir el dolor en arte, luego en literatura, hasta llegar a la poesía. Para Juana Castro la receta para crear un poema consiste en los siguientes ingredientes: lenguaje, música, ritmo e imagen. Así exactamente es cómo yo veía a la poesía. La poeta llegó a obtener una confianza con nosotros y nos fue contando anécdotas de su vida que enriquecían sus poemas. Hasta el final de este encuentro Juana Castro consiguió convencerme que “la poesía nos puede salvar de ir al psiquiatra”.

Termino con un poema suyo que nos leyó y me encantó:

 Disyuntiva

La tentación se llama amor
                                      o chocolate.
Es mala la adicción.
                          Sin paliativos.
Si algún médico, demonio o alquimista
supiera de mi mal,
                          cosa sería
de andar toda la vida por curarme.
Pues tan sólo una droga,
                                   con su cárcel
del olvido me salva de la otra.
Y así, una vez más, es el conflicto:
O me come el amor,
o me muero esta noche de bombones.

domingo, 28 de octubre de 2012

Primer Taller de Autor


El pasado miércoles 24 de octubre nos visitó la poeta, narradora y periodista Marta Leonor González. Nació en Boaco, Nicaragua. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua. Actualmente es editora del diario La Prensa en Nicaragua, y de "La Prensa Literaria", en su sección cultural. Es fundadora la revista cultural 400 Elefantes, que se dedica a la literatura, crítica y pensamiento. Comenzó a escribir poesía en 1985, pero publica por primera vez en los años 90, siendo parte de un grupo de mujeres escritoras que destacan en ese período en el país.

En el principio del taller la autora hizo referencia a que los hechos históricos y los desastres naturales que han afectado su país, han influido en la creación poética. Nos presentó una serie de diapositivas desordenadas, apoyando sus afirmaciones. Nos mostró una serie de videos de You Tube de los cuales me llamaron la atención solo el primero (una recopilación de definiciones de la poesía por diferentes grandes autores) y el último (imágenes del festival de la poesía en Nicaragua).

Nos dio consejos de cómo buscar la inspiración, animándonos a buscar la belleza de todo lo que nos rodea, ya que solemos olvidarnos de ella. A mitad de la charla me sorprendió cuando nos hizo levantarnos y afirmar en voz alta que no tenemos miedo y que hoy vamos a ser mejores. Con eso quería demostrarnos que tenemos que confiar en nosotros mismos y en nuestras capacidades para poder ser los escritores en los que queremos convertirnos.

Lo que no me gustó de su presentación fue que dedicó mucho tiempo en hablar de otros escritores, como por ejemplo Pablo Neruda, en vez de concentrarse en su propia obra. El único momento en el que tuvimos contacto con su poesía fue el final de la charla, cuando nos leyó dos de sus poemas.

En mi opinión, la autora debería haber organizado mejor su presentación, porque así hubiera dejado mejor impresión.

Termino con un poema de su libro “La casa de fuego”:
Marinos

He soñado este pestañeo en círculos.
Pelícanos volando sobre Gulf King
el barco pesquero del poeta,
el agua golpea por el arrecife, La Boquita
rocoso de velas grises,
los hombres durmiendo en hamacas
que el viento mece
el tiempo que él vive junto a la red que espera
es anzuelo de pez.
Allá el mástil erguido
impone su majestad
y los hombres exponen
los minutos que le quedan al día
mientras los pelícanos alinean nuevos rumbos.
En Gulf King,
su piel es más dorada por la sal
porque le nacen escamas
una boca que lo devora —y lo piensa—
un pez que le impone nueva travesía,
soles giran sobre marinos en altamar
y sobre cubierta juegan con caracoles.



Fuente de información: http://www.escritorasnicaragua.org/biografias/martaleonor

martes, 23 de octubre de 2012

Phoenix


La naturaleza esconde los lugares sagrados haciéndolos inaccesibles para los humanos. En esos lugares viven los entes míticos que todos creen ser solo producto de la imaginación humana.

Una canción


"I heard you say it's enlightening, to think of the breeze, to believe in things that we can't see..."


("Te escuché decir que es esclarecedor pensar en la brisa, creer en lo que no podemos ver..." tr. por mi )

El Mundo de los Sueños

¿Qué exactamente son los sueños?
Los sueños son  los recuerdos que el alma aporta a la mente. Mientras que el cuerpo físico se encuentra en un estado relajado e inconsciente de la realidad que le rodea, el alma “vive” en el Mundo de los Sueños. En este mundo el alma está libre de los obstáculos que el cuerpo humano le crea. Allí puede percibir, alcanzar, comprender y hacer todo lo que el cuerpo le evita. Allí el alma se desarrolla. Al volver en el cuerpo físico, sus experiencias se asimilan por el cerebro humano relacionando lo desconocido con lo empírico. Por lo tanto, la memoria se queda con la imagen de un amanecer o de un parque lleno de flores, aunque en realidad el alma haya visto la energía de otra alma o haya estado en alguna parte del Espacio. Cuanto más desarrollada es el alma, más lúcidos y vividos son los “sueños”. Así, poco a poco, las personas adquieren la capacidad de percepción del lado verdadero del Mundo de los Sueños.


lunes, 22 de octubre de 2012

Escenario


 
La noche fue muy larga. Terminamos en pleno centro de Madrid sin saber qué hacer. Las luces de la ciudad me asombraban. Los altos edificios que nos rodeaban me hacían sentir muy pequeña. Vimos que el cine, que se encontraba en la plaza del Callao, aún seguía abierto y decidimos entrar. No había películas interesantes, pero elegimos una cualquiera, porque ver una película aburrida era mejor que estar fuera en pleno invierno. Estuvimos solos en la sala. En un momento me entró mucho sueño y apoyé la cabeza en su hombro. Él me abrazó y nos quedamos así hasta el final de la película. Al salir del cine nos dimos prisa en refugiarnos en una cafetería que por suerte cerraba en una hora, suficiente tiempo para que nos tomemos un  té caliente y decidir qué hacer luego. Nos sentamos al lado de la ventana y disfrutamos de la vista de la vida nocturna del centro. De repente él me dijo que tenía un plan y que tenía que confiar en él. Asentí con la cabeza. Claro que confiaba en él, si no, no estaría aquí. Éramos los últimos en salir de la cafetería. Él miró hacia arriba, me cogió de la mano, y me llevó hacía el edificio que se encontraba enfrente. Nos paramos en un portal y él empezó a llamar a los telefonillos. Para mi sorpresa alguien abrió la puerta y conseguimos entrar. Subimos hasta el último piso y pasando por una pequeña puerta  nos encontramos en la azotea del edificio. La vista era impresionante. Desde allí se podía apreciar toda la ciudad. Me acerque al borde y me asomé para ver los coches que pasaban por la calle. Tenían el tamaño de juguetes. Todo era tan pequeño. Luego miré hacia arriba. Las estrellas brillaban con una intensidad que era imposible apreciar por debajo de la manta de las luces de la ciudad. Pero desde aquí parecía que si estiraba el brazo las podía tocar. Sentí sus manos en mi cintura y el mundo empezó a girar con una velocidad incontrolable. Apoyé la espalda en su pecho evitando que me cayera.  Él me abrazó muy fuerte y sus labios rozaron mi oreja. Giré la cabeza para mirarle y él aprovechó el momento para besarme. Pasamos el resto de la noche abrazados, mirando las estrellas hasta que el cielo se volvió azul. Los primeros rayos del sol nos acariciaron y nos dieron fuerzas para empezar un nuevo día. Abajo la ciudad de Madrid se despertaba lentamente sin saber que nosotros la observábamos desde lo alto de uno de los edificios.
 

domingo, 21 de octubre de 2012

Personaje

¿Dónde ha nacido?

Melinda nació en el norte de Australia en la soleada ciudad de Darwin.
 
¿Qué tipo de familia ha tenido?
 
Ha crecido solo con su madre y nunca ha conocido a su padre. No tiene hermanos y no conoce a nadie más de su familia. Ha escuchado a los vecinos mencionar a su padre solo una vez, pero su madre les prohíbe hablar de él delante de Melinda.
 
¿Sus padres le querían?
 
Su madre la quiere mucho y hace todo para que no le falte nada en la vida. Aun así, Melinda siempre ha sentido un hueco enorme que desde pequeña intenta llenar con su pasión por la música y la danza.
 
¿Qué calificaciones sacaba en el colegio?
 
Melinda siempre ha tenido buenas notas, excepto en primero de bachillerato. Este año ha sido muy duro para ella, porque han empezado a suceder cosas muy extrañas e inexplicables con ella y nadie le creía que fuesen verdad. Al año siguiente ella aprende a vivir con los misterios que la rodean y consigue subir sus notas y aprobar con sobresaliente.
 
¿Qué libros leía de pequeño?
 
Su libro favorito de la infancia es “La Sirenita”. Teniendo la suerte de crecer al lado del mar, se ha pasado largas horas en la playa con la esperanza de ver algún día a las sirenas.
 
¿Cómo es físicamente?
 
Es una chica alta y delgada con piel blanca. Tiene el pelo marrón oscuro y ondulado, que le llega por debajo de la cintura. Su nariz es recta y pequeña, y sus labios siempre sonrientes incluso cuando se siente triste.
 
¿Siempre ha sido igual o ha cambiado mucho con los años?
 
El cambio radical en su vida viene con su primer año en la universidad. La aceptan en la universidad de Sídney  y tiene que mudarse a una casa, que su madre hereda de su familia, ubicada a unos trece kilómetros al norte de la ciudad.
 
¿Cómo son sus ojos?
 
Tiene los ojos ocres con matices verdes que brillan a la luz del sol.
 
¿Tiene defectos físicos?
 
No tiene ningún defecto físico, excepto una pequeña cicatriz en forma de la letra mayúscula “D” en el interior de la muñeca.
 
¿Tiene traumas psicológicos?
 
No tiene ningún trauma psicológico, aunque durante un periodo de tiempo ella piensa que se está volviendo loca, porque ve cosas que los demás no son capaces de ver o escucha voces allí dónde los demás oyen solo el viento. Con el tiempo ella descubre que todo tiene una explicación lógica.
 
¿Qué religión practica?
 
No practica ninguna religión, pero cree que existe una fuerza superior que maneja el destino de la gente.
 
¿Está casado? Y si es así ¿con quién?
 
No está casada, porque todavía no ha encontrado el amor.
 
¿Tiene represiones sexuales? ¿Cuáles?
 
No, porque todavía no conoce este lado de las relaciones entre hombre y mujer.
 
¿Sus viajes son largos o cortos?
 
Hasta cumplir dieciocho no ha viajado nunca. Su primer viaje es a Sídney, pero poco después la espera un largo y difícil viaje por el mundo en busca de su pasado.
 
¿Cómo va vestido?
 
Debido al clima tropical del norte de Australia, Melinda tiene la costumbre de ir vestida con camisetas de tirantes y pantalón corto. En las temporadas húmedas suele llevar pantalón vaquero liso, camiseta de manga corta y chaqueta de cuero. Cuando no tiene que vestirse para ir a clase, prefiere los vestidos hasta las rodillas. Le encantan las bufandas y tiene una parte de su armarillo solo para ellas. Al mudarse a Sídney tiene que adquirir ropa más adecuada para el clima subtropical de allí, ya que las temperaturas en invierno suelen bajar hasta los nunca vistos por ella doce grados.
 
¿Qué color es su preferido?
 
El color rojo siempre está presente en su ropa o cualquier objeto que posee.
 
¿Qué le gusta comer?
 
Prefiere la fruta y la verdura ante cualquier otro tipo de comida.
 
¿Qué música escucha?
 
Escucha todo tipo de música y a lo largo de los años crea la banda sonora de su vida.
 
¿Baila? ¿Qué?
 
Le encanta la danza, pero con diez años descubre que su verdadera pasión es el patinaje artístico.
 
¿Es una persona apasionada?
 
Lo da todo para conseguir sus metas.
 
¿Qué busca en la vida?
 
Busca las respuestas a preguntas que los demás no se atreven a hacer.
 
¿A qué persona quiere más?
 
Melinda quiere muchísimo a su madre, pero durante su primer año en la universidad descubrirá otro tipo de amor, que nunca había pensado que pueda encontrar.
 
¿La gente le quiere?
 
Las personas que hacen el esfuerzo de conocerla acaban vencidos por su personalidad y crean una conexión muy profunda con ella.
 
¿Huele bien?
 
Huele a su champú con aroma a cerezas.
 
¿Hace ejercicio? ¿De qué tipo?
 
Entrena todos los días, ya que practica patinaje artístico.
 
¿Es melancólico o risueño?
 
Aunque por dentro se sienta melancólica, delante de los demás ella muestra un carácter risueño.
 
¿Cuál es su animal preferido?
 
Siempre le han encantado los pájaros, porque pueden volar libremente hasta encontrar su lugar.
 
¿Duerme bien?
 
No duerme bien, ya que sus sueños son muy vividos y siempre se despierta con la sensación de haber recorrido todo el mundo en una noche. Más tarde descubrirá que los sueños no son solo sueños.
 
¿A qué hora se levanta?
 
Suele levantarse a las seis y media de la mañana.
 
¿En qué trabaja?
 
Al mudarse en Sídney encuentra trabajo en una tienda de ropa en el centro de la ciudad.
 
¿Cómo se gana la vida?
 
Con el sueldo que se gana paga sus estudios y los impuestos.
 
¿Cómo acabará su vida?
 
Aunque se acabe su vida humana, su alma siempre vivirá.
 
 
 
 
 
 
Era mi último día en Darwin. El mar hoy estaba muy tranquilo. A penas se veía alguna que otra ola. Me descalcé y me acerqué al agua. Me senté sobre la arena mojada y me apoyé para atrás con los codos. Los últimos rayos del sol se reflejaban en el agua y creaban una imagen parecida a múltiples estrellas brillando en la franja con el cielo. Miré hacía arriba y vi solo una nube, pequeña, de color rosa clarito, moviéndose lentamente hacía el sol. Sentí cómo una ola cubrió mis pies y llego hasta el borde de mi vestido que bajaba hasta mis rodillas. Sentí la ligera brisa que jugueteó con mi larga melena. Iba a echar de menos esas sensaciones, esa tranquilidad. Cerré los ojos y me concentré. Escuché cómo las alas de un ave se movían contra el aire. Podía apreciar el sonido del agua acariciando la costa. Cogí una palmada de arena y la dejé caer entre mis dedos. Esa era mi tierra, el lugar donde crecí. Ahora tenía que abandonarla. Tenía que empezar una nueva vida, en un lugar nuevo, con gente nueva. El sol ya desaparecía detrás del mar. Me levanté, inhalé profundamente el aroma del agua salado y me giré preparada para un nuevo comienzo.
            

domingo, 14 de octubre de 2012

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Podía ver en sus ojos que estaban muy asustados los dos. Pero no temían por su propia vida, sino que cada uno temía por la vida del otro. Observaban la situación, cada uno creando un plan en su cabeza. Intentaban encontrar la manera de proteger al otro aunque eso significara un sacrificio por parte de uno de los dos.
 
Sujeté la pistola con más fuerza y les recordé que les estaba apuntando con la intención de matarles.
 - ¡No os movais ninguno! ¡Solo un movimiento y disparo!
 
Él la miró con cariño para calmarla y la cogió de la mano apretandola fuerte. Ella suspiró y asintió con la cabeza así diciendole que comprendió el mensaje.
 
Hacía mucho frio. Sentí cómo una corriente helada de viento me rodeó, provocando que mis manos temblaran. Disimulé dando un paso hacía delante. Vi cómo la chica clavó sus uñas en la mano del chico y él a su vez apretó la mandibula.
 
Tenía que cumplir con el encargo. Si no conseguía matar a los dos, por lo menos debía matar a la chica. Mis ordenes eran así de claros. "El mundo no está preparado para tener a los dos viviendo juntos." Las palabras del Padre todavía sonaban en mi mente. No le comprendía del todo, pero si lo decía él, sería verdad.
 
El chico se movió ligeramente y la chica aguantó la respiración. Entonces me di cuenta de que los dos compartían unos sentimientos muy profundos. Sentimientos que yo no era capaz de entender, pero  solo se podrían resumir en una palabra - amor. Empecé a dudar de lo que estaba a punto de hacer. El chico aprovechó el momento y se puso delante de la chica impidiendo que pudiera apuntarla. La abrazó y ella apoyó la cabeza en su pecho.
 - ¡Quietos! ¡Voy a disparar! - grité con toda mi fuerza, porque estaba perdiendo el control. Me moví hacía un lado y pude ver a la cara de la chica. Estaba llorando. No podía permitir que consiguiera distraerme. Sujeté bien la pistola y justo cuando iba a disparar los dos ya estaban en el suelo.