El pasado miércoles 31 de octubre nos visitó la gran
poeta Juana Castro acompañada de Noni Benegas quien introducía los temas de una
forma dialogada. Juana Castro nació en Villanueva de Córdoba (comarca de Los
Pedroches) y creció en un entorno rural que inspiró su poesía. Empezó su presentación
describiendo seis imágenes que resumían su biografía. En esas imágenes se
observan los momentos claves de su vida que la marcan y la hacen la persona que
es hoy. El hecho de que sus padres deciden mandarla a estudiar en un colegio de
monjas, su vida en el campo, su boda involuntaria en la cual aparece con un
vestido de color azul celeste en vez del blanco tradicional, su encuentro con
la revista Vindicación Feminista que
determina su inicio en la poesía, todo esto y las noches que dedica a escribir
mientras que su familia está durmiendo son los factores principales que dan
forma a su obra.
La poeta no solo nos leyó algunos de sus poemas,
sino que también recitó varios de ellos, lo que a mí personalmente me conmovió,
porque me sentí más cerca de su poesía. Aparte de leer y recitar sus poemas,
ella los acompañaba con una explicación del por qué los ha escrito, cuál era su
fuente de inspiración y también nos aportaba una definición de las palabras
provenientes del pueblo en el que creció. Eso me ayudó mucho a la hora de
comprender el mensaje que transmitían sus poemas.
Un momento muy emocionante fue cuando nos leyó el
poema dedicado a su niño de siete años que muere a causa de la leucemia. Pude
sentir su dolor. Como afirmó ella, lo importante es saber cómo convertir el
dolor en arte, luego en literatura, hasta llegar a la poesía. Para Juana Castro
la receta para crear un poema consiste en los siguientes ingredientes:
lenguaje, música, ritmo e imagen. Así exactamente es cómo yo veía a la poesía.
La poeta llegó a obtener una confianza con nosotros y nos fue contando anécdotas
de su vida que enriquecían sus poemas. Hasta el final de este encuentro Juana
Castro consiguió convencerme que “la poesía nos puede salvar de ir al
psiquiatra”.
Termino con un poema suyo que nos leyó y me encantó:
Disyuntiva
La tentación se llama amor
o chocolate.
Es mala la adicción.
Sin
paliativos.
Si algún médico, demonio o alquimista
supiera de mi mal,
cosa
sería
de andar toda la vida por curarme.
Pues tan sólo una droga,
con su cárcel
del olvido me salva de la otra.
Y así, una vez más, es el
conflicto:
O me come el amor,
o me muero esta noche de bombones.